ramses

 

 

La palabra bueno es muy breve para que contenga la inmensidad bondadosa que tenía Ramsés Aguirre. A pesar de tener nombre de faraón se comportaba como uno más de la tribu iquiqueña. Cultivaba un buen sentido del humor ligado a su especialidad médica. Y sobre todo era un demócrata. En los años duros presidió el Colegio Médico que estaba en el pasaje Alessandri y desde allí desafiaba al autoritarismo. Perteneció a ese grupo de iquiqueños que se fueron a estudiar a Concepción y que que hicieron de esa ciudad su segunda cuna.

Practicaba la iquiqueñez sin aspavientos. De él aprendí varias claves para entender y seguir amando a esta ciudad, cosa que no es fácil. Amante del desierto y de la historia se hizo coleccionista de fichas salitreras. Ramsés Aguirre fue un humanista que desafió al miedo en base a un coraje mezcla de Prat y del Tani. Iquique le debe mucho. En los 90 terminó con los malos olores de las pesqueras. Presidió un club de natación y le dolía esta ciudad como a quien le duele la guata. De vez en cuando nos tomábamos un café y repasábamos nuestra historia. Por el lado de su madre se emparentaba con Ramón Montoya y su padre escribía crónicas en la prensa local con el seudónimo de Leo. Teníamos un pacto secreto. Me regalaba remedios a cambios de libros. Siempre me beneficié.

A Ramsés se le quería por que si. Así de simple. Era imposible enojarse con él. Nunca dio motivos. Una de sus cualidades era preguntar y preguntar. Siempre estaba atento a saber más. Ese era uno de los rasgos que lo distinguía. Era de otra época y de otro país e incluso de otra ciudad. Era hijo de la ética y de la solidaridad y como tal emprendió cruzadas emulando al Quijote. No pudo con la muerte. Una vez terminado el café, uno de tantos por ahí, nos despedimos con un abrazo. Recuerdo haberle dicho algo así como “Gracias, hermano mayor”. Y en realidad lo fue de muchos modos. Rebautizo a Ramsés, aparte de Ramón le agrego otro nombre: Iquique.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 23 de octubre de 2016.