Una de las tantas formas de matar el ocio en los tiempos en que Iquique era casi en blanco y negro, consistía en leer revistas. Las habían de todos los tipos. Las más apetecidas “Tarzán”, “El Llanero Solitario”, las más solemnes “Vidas Ejemplares” y las más divertidas “Condorito”. Red Ryder y su inseparable Castorcito era ingenuos amigos, hasta que los años enseñaron las relación de subordinación y de colonialismo que había entre ellos. Ni que hablar del Pato Donald.
No era fácil acceder a estos impresos. Por lo mismo, habían negocios que las vendían, cambiaban y hasta las arrendaban. La familia Corona, tenía un puesto del rubro en el Mercado Municipal. Leer revista se alternaba con ir al cine. En los años 80, con el boom de la Zofri, se masifican los llamados Video Club, que arrendaban en formato VHS, películas. Pero, antes la invasión de la TV, había logrado desplazar el gusto por este tipo de lecturas, por la telenovelas como “Padre Gallo”, por ejemplo.
Casi en casa barrio, y sin exagerar, había una tienda que arrendaba películas en VHS. Nos hacíamos socios y nos daban un carné. Se elegía lo que la oferta permitía. La trasnacional Blockbuster arruinó los negocios del centro y del barrio. El golpe de gracia lo asentó el DVD. Las miles de exigencias de esta trasnacional de los arriendos de películas se redujeron a una. Lo mismo le sucedió al local. Hoy en los supermercados, se venden películas junto a las frutas y al aceite. El pirateo hizo el resto.
La ciudad se fue globalizando, y los cyber café aparecieron para responder a la nueva demanada. Nuevos juegos, y nuevas formas de comunicarse. A lo largo y ancho del plano urbano, estos locales con cortinas o sin ellas, atienden a los extranjeros y a los jóvenes en búsqueda de conexión con el mundo global.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 12 de mayo de 2013, página 25.