Adiós don Roberto Sola (1921-2003)
Ha muerto el mejor de todos. El arquero, el guardavallas, el que habita bajo los tres palos, el que puso cerrojo al arco, el que por veinte años fue amo y señor de la portería celeste. En fin, ha muerto Roberto Sola, y seamos reiterativos el mejor de todos los tiempos de este Iquique cada vez menos amable.
Lo veo en dos contraportadas de la revista Estadio. Y las dos veces campeón de Chile. El 1943 y el 1955. En ambas fotos su estatura se destaca. Es el más pequeño. Su mirada es segura, su volar preciso y sus atajadas perfectas. No tengo fotos del 47.
Lo conocí a mis diez años, y de la mano de mi padre en el Estadio Municipal. Su nombre era parte de la inmensa tradición campeonística que nos ayudó a modelar buena parte de nuestra identidad. A fines de los 80 tuve el privilegio de entrevistarlo, de hacerle esa miles de preguntas que un malo para el fútbol como yo, puede hacerle. ¿Y que sintió esa tarde en El Bajo en Temuco, cuando llovía a cántaros y se coronaron campeones de Chile? ¿Qué sintió al vencer a Unión Española en el Absoluto? Me miraba con la paciencia que le daban sus años, tomaba aire y se estiraba para alcanzar esos recuerdos. Y los agarraba sobre sus largas manos y los ponìa en su boca y me contaba del orgullo de ser iquiqueño.
El “Mono” Sola murió justo cuando se juega a la chaya. En esos días en que los niños recrean esa tradición que tanto echamos de menos. Roberto Sola, vive ahora en ese territorio que se llama memoria y que suele encenderse cuando la cultivamos. Habita esa inmensa franja celeste, porque Iquique y el cielo son de ese color.
La muerte fue el único gol que don Roberto no pudo evitar. De otro modo sería eterno y su valla tendría el olor de la virginidad. Su muerte se fraguó, como todos los goles, desde el mediocampo. Allí la indiferencia tomó el balón, se le pasó a la desmemoria, ésta se la tiró suave al olvido, la pelota sobró a los centrales, ahí la tomó el oportunismo, y con los ojos brillosos, puso la redonda, en ese rincón, donde antes el “Mono” llegaba, pero ahora a sus ochenta y un año, con el corazón detenido, la queda mirando, impotente. El gol infla las redes y nos convoca a los iquiqueños a despedirlo.
En el equipo ideal de Iquique de todos los tiempo, el arco tiene nombres y apellidos, Roberto Gervasio Sola Díaz, los puestos restantes son para discusiones entre especialistas. Lo cierto, lo claro, es que Iquique está de duelo. Y me temo que se lo lleve el olvido. ¿Quién les explica a nuestros hijos la estatura de Roberto Sola? La educación debería instalar en sus programas la historia deportiva de Iquique, y un capítulo, tal vez el más largo, lo ocuparían las hazañas del “Mono” que como dijo Pancho Tello, son como las del Mío Cid.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 23 de febrero de 2003