La crianza de nuestros padres y que continuaba en el barrio y que la escuela trataba de corregir, se construía en torno a breves frases, efectivas y resumían cursos de acción. “Más duro que el Tani” sintetizaba la resistencia y la tozudez a la vez. Dos cucharadas y a la papa era la versión popular del andar sin rodeos. Era un saber oral no letrado.

El rodeo era una figura que nos remit​e al Chile Central. Dos caballos y sobre ellos huasos elegantes, blancos, patriarcales, monolingües,  vestidos con botas, ponchos tricolores y bien afeitados, acosando a un indefenso animal. Nada parecía conmoverlos. Era la postal con la que en la escuela se nos chilenizaba. El lunes, al toque de la campana, la vista en alto mientras se izaba el pabellón patrio, y nosotros, alumnos y alumnas, entonando nuestra bella canción nacional, sobre todo aquella estrofa del “asilo contra la opresión”.

El huaso era una figura excéntrica sobre todo cuando caminaba por Tarapacá hacia abajo, donde alguna vez estuvo la Recova y luego la Casa de Deportista, rumbo a la “Mañana Criolla”, que nuestros normalistas organizaban. “No seais huaso” nos decían cada vez que la timidez se nos apoderaba. El huaso se usaba como apodo, vaya a saber uno por qué. En la escuela cantábamos “Que bonita va” la tonada que narraba como la dama iba con sus polleritas al viento. El axo no se nombra para nada, estaba invisible para el centralismo chilenizador.

La cueca era el baile que trataba de definirnos como chilenos, en una zona de cachimbos, de trotes y de saltos. El rodeo es un deporte ecuestre declarado nacional el año 1962, aunque tiene una variación mínima del que se hace en México y en Estados Unidos. Hay un sinfín de otros deportes​ y juegos con arraigo popular, el fútbol, el boxeo, el básquetbol. Ni que hablar de la payaya o el caballito de bronce. El rodeo es el deporte de la elite y llevada a la posible Carta Constitucional, representa la idea de Chile que los republicanos quieren imponer.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 17 de septiembre de 2023.