La historia de la ciudad, en este caso, además de la provincia y de la región, cuando todos nos aunamos en el gentilicio de tarapaqueños, puede rastrearse a través de variados soportes. Los archivos, tanto estatales como no estatales, los libros que los cronistas  e historiadores, entre otros, nos legaron, indican nuestra historia.  Pensemos en Fray K. Brito, Juan de Dios Ugarte Yávar, entre muchos otros, y en esta misma dirección la literatura como la producida por Osvaldo López, Clodomiro Castro, Escobar y Carvallo, pasando por Sabella, Bahamonde, González Zenteno. La lista es amplia. A estas fuentes hay que  sumarles la fotografía. Y antes de ella, al grabado petroglifos y geoglifos  legados de  nuestros antepasados, como aquellos dibujos en papel que nos heredó Milton Prior, hasta  aquella que se expande a fines del siglo XIX, hasta ahora, la fotografía. La obra de L. Boudat, sigue siendo, la que marca un camino. Todo lo anterior para referirnos al hermoso libro editado por Zofri, “Rostros de mi región”.

Este nuevo aniversario, de la Zona Franca,  significó la realización de un concurso de fotografías que tuvo como tema central, el rostro. La idea esa ver como a través de la toma de fotografías pudiéramos dar cuenta de la riqueza y variedad de la región del norte grande. Para el cumpleaños 35, un concurso de cuentos breves, nos convenció de la existencia de un capital artístico que necesita movilizarse. En esta evento, ocurrió lo mismo.

La impecable edición del libro, su formato y calidad de las fotografías permite entender mejor como este territorio es capaz de albergar tantos y tan variados rostros.  Es además una invitación a creer que mientras más diversa es una región, más rica será.  El colorido de nuestro paisaje humano, es la prueba de la continuidad con aquella provincia que a fines del siglo XIX  empieza a poblarse desde lugares lejanos y hasta exóticos. Nuestro sello regional está marcado por la presencia de lo diverso. Ya en el siglo XX, en sus comienzos, en la bahía había cerca de diez banderas diferentes esperando cargar el salitre. Ese aroma multicultural siempre ha sido nuestro común denominador.

Luego de la lectura de este libro uno no puede más que constatar la riqueza y la potencialidad de los fotógrafos que habitan en la región. Ello nos da esperanzas para creer que el espesor cultural pueden ir en aumento, en el medida en que experiencias como éstas, se multipliquen. El libro recoge el ánimo del concurso y sobre todo sintetiza nuestra realidad. “Rostros de mi región” es una buena postal de lo que somos, y una buena herencia para las generaciones venideras.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 6 de noviembre de 2011, página A-9