Tuvo dos escuelas. Una donde aprendió a leer y escribir. La otra, en la que aprendió a querer a su ciudad, a través de la práctica del boxeo. La escuela 6 y luego el Manuel Sánchez. En la primera, deletreó las palabras y pintó paisajes que a lo mejor nunca conoció. En el ring de la calle San Martín, conjugó los verbos de la identidad y de la fidelidad a la escuela iquiqueña del arte de boxear. Esa que su tío, el Tani, divulgó en el mundo entero. Rubén Estanislao Loayza Veas (1939- 2010), hombre de mil apodos, se bajó del ring para no volver nunca más.
No sólo heredó de su tío, el nombre y el apellido, sino que al igual que sus hermanos Humberto y Mario, tuvieron que dar cuenta de su propia valía como boxeadores. Y lo lograron. “Pero si son sobrinos del Tani” decía Mister Huifa, como queriendo decir, están condenados a ser buenos.

En la década de los años 60, Rubén, el Ñato, lo ganó todo. Campeón de Chile, campeón latinoamericano y sudamericano, con combates en Africa, Italia y España,  se cansó de mostrar su fuerza y apatía en el ring. Es cierto, Julio Martínez decía que era apático, de pocas palabras,  pero era bueno. “Yo hablo con los puños” me dijo alguna vez, ya retirado cuando subía por la calle San Martín, en su bicicleta de color negra. El año 1959 sale, por primera vez campeón de Chile.  El año 1961 ingresa al profesionalismo. Es campeón de Latinoamérica. Le gana a David Rubén Meza en Uruguay. El 21 de abril de 1967 pelea con el “Intocable” Nicolino Loche.

Sus peleas con Domingo Rubio y con Hernández son de antología.  Reinó en la categoría de los medios-medianos.  Pegaba con la izquierda, una marca registrada de los Loayza. Se crió frente al Manuel Sánchez, el club de toda su vida.  Era un boxeador frío y cauteloso. Lo mismo en la calle. Luego de terminar en la Centenario se fue al duro mundo del trabajo. Trabajó en el puerto de cargador. El resto lo hizo bajo la intensa luz del ring.  Como sparring era terrible. Rafael Prieto, lo recuerda como un duro, pero buen amigo y maestro. La última que lo ví, fue para el lanzamiento del libro del Tani. La muerte lo sorprendió con la guardia abajo y la izquierda feroz se lo llevó a otros cuadriláteros.

“Calinga” le decían entre sus parientes. Fue chancletero.  La vida no quería que sus hijos continuaron los pasos de su tío y de sus hermanos. Cuatro hijas y no se cuantos nietos le lloran. Roberto Bolaño en su novela 2066, nombra a los cinco mejores boxeadores que ha tenido Chile. Y  cuatro son  Loayza: el Tani, Humberto, Mario y Rubén, el otro, es por cierto, Arturo Godoy. Pero esta fama literaria a Rubén no lo interesaba. Lo suyo no era aparecer en la novela, sino que le bastaba las muchas veces que fue portada y animador de la revista Estadio, de las noches en el Caupolicán y en la Casa del Deportista. La ultima vez que se subió al ring permaneció dos días, fue el 18 y 18 de noviembre del 2010. Allí la familia del boxeo, lo despidió con el himno a Iquique y otras melodías que hablan de la importancia de llamarse Loayza, y en este caso Rubén Estanislao.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 26 de diciembre de 2010, página A-9

Para saber más de los Loayza: /www.nuestro.cl/opinion/columnas/loayza_guerrero1.htm