La ciudad, en la serie de entresijos que construye deliberadamente, o no, produce espacios que recibe el nombre de sala de espera. Las plazas y sus bancos, cuando los había, de algún modo realizaban esa labor. “Ir a hacer hora”, se le llamaba a ese oficio. Tarapacá con Vivar, fue la esquina en la que gente esperaba, nunca se sabía a quién, pero siempre alguien pasaba y, se generaba el diálogo.
Las peluquerías, las de antes, las que tenían el nombre del dueño o bien su apodo: ¿Manos de hacha?, era un clásico. Tenían sus sillas y revistas para leer. La clave, era que estas últimas debían ser viejas y, por cierto ajadas. El semanario Vea, con sus espeluznantes portadas, cohabitaba con Gol y Gol y, tantas otras que los hombres leían. Vanidades, la revista, jamás fue leída en esos ambientes populares y masculinos. Don Bicho, debió haber sido el único peluquero que no tenía necesidad de entretener al respetable. Cortaba el pelo a domicilio. Con un maletín de madera, salía de El Colorado, a donde lo llamaran.
Las salas de espera de médicos y dentistas, representan ese espacio entre la calle y la consulta. Las revistas viejas y ajadas, ya no son el bien preciado e indiscutido. Ahora, es la televisión encendida que, logra a veces, el milagro de mitigar la larga espera. ¿Se saca número o es por orden de llegada?, es la pregunta clave que, pese a ser explícita, no tiene respuestas claras ni definitivas. Los más jóvenes, se enchufan los audífonos y aún así, las notas de la bachata, las escuchamos todos. Las mujeres, parecen tener más tolerancia. Tienen esa facilidad de hablar con otra de su mismo sexo, con un talento excepcional, a la par que tejen. La posibilidad de que, uno sea el próximo en ser atendido, puede frustrarse, en la medida en que aparecen esos hombres bien vestidos que, cargan un pesado maletín. Sonríen con las secretarias y, hasta les hacen regalos. Proveen a los médicos, de los remedios que nosotros compraremos más tarde. Las salas de espera, a veces, son las salas de la desespera.
Publicado en La Estrella de Iquique el 24 de agosto de 2014, página 22