Santa María de Iquique en relaciones literarias.
Dr. Pedro Bravo Elizonde
Universidad de Wichita. Estados Unidos.
Lo ocurrido en la Escuela Santa María de Iquique, aquel sábado 21 de diciembre de 1907, fue representado como ficción desde los inicios de su relación. El primero de ellos corresponde al general Silva Renard, cuando en sus oficios al gobierno cataloga a los obreros pampinos como turba, despojándolos de esta manera de su condición de seres humanos, su no existencia como trabajadores: Desde el domingo 15, día que bajaron las primeras turbas de huelguistas de la Pampa, comenzó la alarma en esta ciudad. Con la bajada de nuevas turbas en los días siguientes, la alarma fue creciendo (…) (Bravo Elizondo 1993: 204.). Ficción fue también el tiempo cronológico en que las ametralladoras hicieron fuego sobre los obreros: El fuego no duró sino segundos (…) A este fuego debe atribuirse el crecido número de bajas (205). En su primer informe sostiene que Hechas las descargas y ante el fuego de las ametralladoras, que no duraría sino treinta segundos, la muchedumbre se rindió. Apegado a la realidad y la verdad, el cónsul inglés Charles Noel Clarke, en nota al Foreign Office de fecha 3 de enero de 1908, afirma que el fuego de las ametralladoras duró un minuto y medio
La diferencia entre una y otra versión es abismante, cuando se considera el poder de fuego equivalente a ochocientas balas por minuto y una apretada muchedumbre, como la cataloga el general educado en Alemania. Ficción fue el cable enviado por la Associated Press alrededor del mundo, ( el día en paréntesis es cuando aparece publicado en Estados Unidos), cuando anuncian con el título de Blood in Chile Strike
Valparaíso. Dic. 21. (Domingo 22). La huelga de los trabajadores salitreros ha rendido ya sus frutos en sangre y muerte y diariamente empeora. En Lagunas, ayer, hubo un encuentro entre tropas y huelguistas, en el curso del cual siete hombres fueron muertos y dieciséis heridos. En Iquique un hombre fue muerto y varios heridos en un encuentro con las autoridades. La censura se ha establecido en Iquique. Los huelguistas ahora suman no menos de 30.000 hombre y ningún tipo de trabajo se realiza en los distritos de Antofagasta, Mejillones o Caleta Buena.
Varios miles de hombres regresaron ayer a su trabajo.
Associated Press. Santiago, Chile, Dic. 23.(Martes 24). El movimiento huelguístico en la pampa salitrera, el cual por algún tiempo cerró los negocios en el país, está rompiéndose.Varios miles de obreros regresaron a su trabajo ayer.
Ficción fue también el anuncio de la muerte de los dirigentes, pero en este caso favoreció su escape. José Brigg, hijo de norteamericano y dirigente máximo de la huelga, conjuntamente con Luis Olea logran llegar al Perú. José Santos Morales, a Uyuni, Bolivia.
Uno de los primeros artefactos literarios sobre la masacre, es un poema-canción, conocido como Canto a la Pampa, que en su primera versión se conociera como Canto de Venganza, del periodista obrero Francisco Pezoa y que se entonaba con música de una popular melodía La Ausencia. Luis Olea dedica un soneto al general victorioso, publicado en El Cantor del Pueblo (Coquimbo, 1908),
Hoja de Laurel
Amparado por la Carta Nacional
se creyó con derecho el pobre roto
para unirse en legión y poner coto
al abuso sin ley del capital…
Y en enjambre creciente y colosal
el desierto cruzó con alboroto,
reclamando más pan y más poroto,
como ley de equidad y orden social…
Y tú…¡Gran Capitán! en tu estulticia
defendiste al becerro en tu batalla
y colmaste de gloria a tu milicia,
resolviendo con sangre y con metralla
la Razón, el Derecho y la Justicia
al reclamo que hacía la canalla.
Nuestro Andrés Sabella denomina el soneto, como el que cruzó catorce caminos de odio al rostro de Roberto Silva Renard, el protagonista fatídico de la indeleble deshonra del gobierno de don Pedro Montt.
Como no nos es posible detenernos en las varias obras brotadas al calor de los sentimientos que provoca la masacre, enfocaré mi estudio selectivamente en dos autores: Volodia Teitelboim y Sergio Arrau, un novelista y un dramaturgo. Si tuviera que justificar tal elección, diría que ambas obras inciden fundamentalmente en el asunto y tema propuestos, y ambos conllevan un tópico específico: Elías Lafertte (1886-1961), el líder obrero en el primero; José Brigg, el dirigente de la huelga, en el segundo. Sobre Lafertte, representante del proletariado pampino en aquella época, hay una excelente autobiografía, cuya pluma o escritor fantasma, como se le conoce en inglés, corresponde a Enrique Délano, su camarada de ruta (información obtenida a través de amigos comunes); de Brigg no existe un estudio, ni mayores datos, pues no hay fuentes y sólo obtuve en una investigación en Perú, información sobre su arribo después de la masacre, pero nada con respecto a su vida y muerte en tierras hermanas. Sergio Arrau en base a mis informaciones y petición, escribió su obra teatral, premiada por la Universidad Católica de Chile, en Santiago, en 1985, con el galardón «Eugenio Dittborn.»
Obreros y dirigentes merecen ser recordados en esta ocasión en que se celebran noventa años del sacrificio por un sistema de vida acorde a la calidad de ser humano, en la región olvidada del largo y estrecho país, que usufructuó de la riqueza salitrera por más de una generación.
Yerko Moretic, ese gran crítico de El Siglo, al comentar en su página del domingo 26 de mayo de 1968, la tercera edición de Hijo del Salitre, aseveró
No es una biografía novelada ni una novela biográfica, tampoco una novela histórica, ni una novela de tesis, ni una novela de idealizadora propaganda política, aunque de todas estas especies novelísticas tenga algo en algún sentido, en el mejor sentido. Ante todo, es un inmenso y logrado esfuerzo por novelar uno de los procesos iniciales de la clase obrera chilena, el proceso de la transformación en clase revolucionaria, una clase en sí y para sí, una clase que comienza a generar su partido de vanguardia y se propone, todavía nebulosamente, objetivos políticos socialistas (…) El novelista puso su atención (…) en uno de los sectores más densos del proletariado chileno a comienzos de siglo: en los obreros de la pampa salitrera, brutalmente explotados en faenas rudas como pocas y en un medio geográfico de abrumadora hostilidad. Y como ejemplo individual del despertar de esta clase obrera (…) siguió con minuciosidad y hondura los avatares de la niñez y la adolescencia de Elías Lafertte.
Esta larga cita busca situar y dejar en claro que la novela no es un documento histórico y por lo tanto Lafertte no es el héroe, ni pretendió serlo. Es el aglutinador, el núcleo de la historia, simboliza el despertar de la conciencia obrera. Su autobiografía Vida de un comunista (Páginas autobiográficas) (1957) confirma la sospecha de la información recibida por Teitelboim de parte de Lafertte, de su vida y vicisitudes en la pampa salitrera. Elías no estuvo en la Escuela Santa María, así lo admite él mismo. Bajó de la pampa por solidaridad con sus compañeros de trabajo.
Lo notable de la aparición de la novela es el período histórico en que se publica, bajo la presidencia de González Videla (1946-1952), quien pese a ser elegido con el apoyo del Partido Comunista, dicta la Ley de Defensa Permanente de la Democracia (1948) que desplaza cívicamente a miembros y simpatizantes del partido, los cuales son relegados a distintos puntos del país, siendo el más notorio el de Pisagua. La novela entonces conlleva una triple motivación: trae al campo de la literatura nacional, la vida del líder obrero, de allí el título; relata morosamente la masacre de la Escuela, y se escribe y publica «en el tiempo de la ilegalidad.»
El desarrollo narrativo corresponde a la denominada novela de aprendizaje o Bildungsroman. El espacio definido por las fronteras geográficas del puerto y la pampa, conforman el mundo novelístico interior y exterior. Teitelboim divide su libro en cuatro capítulos: I. La áspera mañana. II. Vamos al puerto. III Sábado negro y IV El canto de la pampa.
El primero de ellos relata la infancia del protagonista y su ingreso al mundo del trabajo a los nueve años en la Oficina La Perla, como machucador o matasapos (el que tritura bolones de salitre). Tres veces retorna a su terruño, Salamanca, pero como lo manifiesta su abuela, » La pampa es la sal de la tierra. El suelo humea; pero allí el dinero corre como la sangre por las venas.» Elías a los veinte años se ha transformado ya en pampino de alma. Los capítulos restantes tendrán como motivo la gran huelga de 1907. La masacre, el sábado negro, marcará el destino del protagonista. A los veintiún años desaparecerá su inocencia social, para dejar paso a la duda, el compromiso y la identificación con la lucha que ha iniciado el hombre de la huella, Recabarren. Elías es parte de la pampa. Comenta el narrador, «Era un terrón viviente del desierto, hijo del salitre, parte de su pueblo, arena de sus dolores.» En el mundo fictio de la novela, Elias simboliza el despertar del proletariado pampino, que repuesto del sopor causado por la masacre, emprenderá la lucha en el plano político. Las ideas socialistas lograrán movilizar a los obreros que aún no adquieren conciencia de su potencialidad de lucha. De allí a la formación de un partido obrero, el Partido Obrero Socialista, hay sólo un paso. Que Iquique fuese la cuna de tal suceso sólo confirma el espíritu y la labor de los olvidados dirigentes de la época, encabezados por Luis Emilio Recabarren. La fundación ocurre el 6 de junio de 1912, en el local de El Despertar de losTrabajadores, Barros Arana 9, casi esquina de Sotomayor. Lafertte se incorpora al POS el 6 de julio de ese año. El hijo del salitre ha completado su formación social.
Si hubiese que criticar algún aspecto de la novela, sería el hecho que el narrador no otorga a José Brigg la altura y reconocimiento a su labor como dirigente. Uno de los personajes comenta refiriéndose a Brigg: Para él todo fue una aventura de anarco. No hemos vuelto a saber de él. Era anarquista – repitió- Su camino no es nuestro camino (466). Se ha olvidado que la captura de los dirigentes significaba su muerte inmediata. Que la censura fue absoluta, y el país cerrado para evitar la huída. La antinomia ideológica impide a la voz narradora un juicio imparcial.
Pero tal punto de vista será corregido, cuando Sergio Arrau, quien a fuer de dramaturgo es profesor de historia, se documente en el manuscrito que le proporcionara sobre lo ocurrido en la Escuela Santa María y acceda a escribir un drama que titulará Santa María del Salitre. Cómo sintetizar en una pieza teatral lo sucedido, y recuperar para las generaciones actuales y venideras un hecho histórico y social que como señala Leopoldo Castedo, aún se considera como una verguenza nacional y se silencia o disimula su registro histórico (322).
Arrau advierte al director ficticio,
La cantidad de actores necesarias para el montaje de esta pieza es variable.Algunos pueden hacer varios personajes. Los hay «reales»- históricos – y «ficticios.» Reales son los dirigentes obreros Brigg y Olea, las autoridades gubernamentales Eastman, Guzmán y Viera Gallo; los militares Silva Renard y Ledesma y el industrial Richardson. Los acontecimientos escénicos son fieles a los sucesos reales acaecidos, con la lógica condensación y estilización que requiere la escena. La obra se mueve en dos planos: histórico y costumbrista, recreando personajes que fueron y personajes que podrían haber sido, en un intento épico-dramático de aproximación y comprensión del acontecimiento tratado. (1)
El dramaturgo divide su Crónica Epico-Dramática en dos partes. La primera se inicia el 8 de diciembre de 1907. La segunda el lunes 16 del mismo mes. La trama argumental la sostienen tres personajes: uno chileno, Rosario; otro peruano, Cholo; completa el triángulo Estelita, hija del boliviano Urbina. De esta manera se entrecruzan las vidas y visicitudes de los tres principales estamentos obreros de la pampa salitrera. El autor, lejos de construir la obra en función de un punto de vista privilegiado, el del héroe por ejemplo, integra en la unidad sintagmática la pluralidad de diversos agentes. La organización estructural del drama está determinada por la superposición de líneas de configuración no paralelas, sino confluyentes. Me explico. Como es obvio en toda representación escénica, cada personaje configura una forma de ser arquetípica. Tenemos a Salvador, el dirigente obrero de base; a José Brigg, el dirigente histórico, a Rosario, Cholo y Estelita, jóvenes pampinos cuyas vidas se mueven en el plano afectivo y emocional; a doña Zoila, joven viuda que representa el despertar de la conciencia femenina en la lucha obrera. Con estos personajes, el dramaturgo avanza la acción en tres planos confluyentes: uno sociológico que nos entrega la visión del mundo pampino (la pulpería, abusos en las transacciones con fichas, pesos y medidas, el trabajo salitrero y sus peligros, las frustraciones de los enganchados por la quimera del salitre). El otro, centrado en Rosario, Cholo y Estelita, representativo de las nacionalidades. Finalmente la línea de configuración social que conllevan Salvador, Zoila y Brigg, elementos dirigentes, conscientes de lo que ocurre en la pampa y quienes son los signos de las motivaciones de la huelga.
Como era de esperarse de la dramaturgia de Sergio Arrau, la estructura es simple, brechtiana en la sucesión de escenas y cuadros que mediante la inclusión de un narrador, agiliza la acción, la dinamiza. Agréguense las canciones de la época y el humor arrauniano. La ausencia de escengrafía ingresan los actores y arman la escenografía con elementos ambientales esquemáticos y funcionales, desplaza el interés de la acción a los signos verbales del texto. Se acentúan así los personajes, la actitud, el gesto, la historia.
Uno de los aciertos de la lectura que Sergio Arrau hiciera de mi manuscrito, basado en documentos de la época, es el rescate de la actuación que le cupo al dirigente obrero José Brigg en la conducción del movimiento. Hijo de norteamericano, era trabajador en la pampa y fervoroso anarquista. Sobrevivió la masacre y se radicó en Perú, donde colaboró con sus compañeros libertarios del grupo de Delfín Lévano. En 1910, Centenario de la Independencia, el gobierno chileno dicta una amnistía para los líderes de la huelga de 1907. Hay una foto, en un periódico limeño, en la cual Brigg y Olea esgrimen brazos en alto, la noticia de la amnistía publicada en Chile. Rehúsan regresar al país. Olea muere en Guayaquil en 1911. Las huellas de José Brigg se pierden en el país hermano. Se ha olvidado que en el campo de las reivindicaciones sociales obreras de la época, fueron los anarquistas los más decididos defensores de sus hermanos de clase y demostraron en más de una ocasión, como en Iquique, que la violencia no era su arma de batalla. Brigg y Olea entre otros, lo probaron con su ejemplo.
Santa María del Salitre es una yuxtaposición de documento y ficción que como tal no se agota en ninguno de ellos, sino que recrea a la vez otras realidades que subyacen en la mente del lector/espectador. Actualiza la historia con la precisión de los datos y la veracidad documental. Es la otra historia, el resultado de la interacción de historia y literatura. Esta ha sido y es una de las constantes de la fición del salitre.
Si comparamos ambas obras desde la perspectiva de sus respectivos autores, veremos que Volodia Teitelboim centró el desarrollo novelístico en la biografía, aún no publicada, de Elías Lafertte, y coloca a su personaje como observador de los sucesos que deciden su existencia. Yerko Moretic lo manifestó acertadamente en la crónica citada,
La reconstrucción intensa, realista, de un hecho infamante de nuestra historia está lograda con un sin par maestría. Páginas tras páginas, con una pulcritud y un detenimiento que a ratos parecen excesivos, el autor compone un cuadro dantesco de la estúpida y dolorosa masacre (…) En cuanto al «héroe» individual de la novela, al joven Elías Lafertte, no realiza en verdad nada heroico. Es todavía un muchacho, y hay muchas cosas que no entiende, pero hay otras que empieza a entender.
Sergio Arrau absorbió la información de periódicos, cables, informes, deposiciones, defensa de los acusados y dio forma al play, acentuando la acción en la colectividad, tanto de los obreros pampinos, como en los representantes gubernativos y salitreros. De esta manera la perspectiva histórica se abre a cuestionamientos. Hijo del Salitre se escribe en el momento histórico en que la Guerra Fría determina la acción de los gobiernos latinoamericanos, seguidores de la política norteamericana que ya en 1947 empieza con la caza de brujas. Santa María de Iquique, cuando Chile ha sufrido lo que eufemísticamente se ha denominado crisis institucional. No debe llamar la atención ni es casualidad que uno de los protagonistas se llame Salvador. Cada autor respondió a su tiempo y a las utopías de su generación. El elemento aglutinador fue lo acontecido hace noventa años en la Escuela Santa María de Iquique. La memoria social no ha sufrido un revés, como acontece regularmente en este país llamado CHILE.