El valor de la prensa escrita quizás no se valore en el día a día. Pero si en la perspectiva histórica. Acudir a desempolvar sus páginas constituye un ejercicio atractivo. Leer la prensa antigua es quedar gratamente prisionero en los avisos comerciales, en las funciones del cine, y en una larga serie de hechos cotidianos como las vacas sueltas que deambulaban por la ciudad en busca de alimento, o por el negro de Jamaica que en las calles peruanas del Iquique de entonces andaba desnudo, gritando sandeces.
Llama también la atención, el estilo para escribir la crónica. La literatura a veces se mezcla con la realidad y el resultado es a mi juicio, un buen periodismo. No en vano, el periodista de los siglos pasados, antes de la radio y de la televisión, era el único mediático. La prensa escrita era el único medio, que nos “mostraba” la realidad. Así, y de ese modo, leer la prensa, por ejemplo, del siglo XIX iquiqueño, es imaginar como se articulaba la vida cotidiana. De una u otra manera, era el reflejo, exacto o no, de lo que ocurre en el día a día. Y ese es uno de sus valores.
Sirve además para auscultar la moral de la época. Es decir, el conjunto de preceptos que rigen lo que se debe entender por el buen o mal comportamiento. Y en este tópico, es sin duda alguna, la prostitución, uno de los temas que mas se presta para pontificar acerca de lo que es correcto de aquello que no lo es. Es el caso particular de Cecilia, una prostituta iquiqueña del siglo XIX, que el diario La Estrella de Chile, le dedica la siguiente crónica moral: “La pájina histórica que se ha creado en los anales de la prostitución, esta mujer, es para describirla. En verdad que si contáramos con tiempo desocupado, lo emplearíamos sacando una relación de la multitud de veces que Cecilia Rodríguez ha tenido que verse con la policía”.
Y agrega: “Ayer no más, ha sido notificada por el guardián de facción en la calle que ésta tiene su salón de niñas del honor perdido, por no hacer ningún caso a lo ordenado en los artículos que se relacionan con la manera como deben dirijirse estos focos de corrupción. Además se le acusa de maltratar brutalmente y permitir a sus hijas que estropeen bárbaramente a la menor de edad Prosperina Leiva”.
Enseguida el juicio moral que motiva la escritura del cronista se hace sentir con todo su peso: “Ten mucho cuidado Cecilia, no vaya a ser cosa que alguna vez te apliquen un castigo que te produzca un buen resultado; lo que sería mui conveniente, si sucediera pronto, en vista de que creemos que dicha mujer no escarmentará por mas multas que los jueces le impongan”.
Esta crónica-moral, fue publicada el día 15 de diciembre de 1899, un día viernes para ser más preciso. Ya se acercaba el fin del siglo, y sin duda la prostitución era vista, como una señal que anunciaba el fin del mundo.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 15 de junio de 2003