No siempre los seres humanos enterraron a sus muertos. En nuestra larga escala evolutiva construir cementerios responde a la pregunta acerca del porqué y del sentido de la muerte. Nuestros más remotos antepasados quedaban inmóvil, botados donde la muerte los sorprendían.
En nuestra geografía los Chinchorros fueron maestros en el arte de conservar a los ya idos, por el simple y complejo arte de la momificación. Corrijo, no se iban, seguían participando en la vida cotidiana. Los españoles a su arrribo a estas tierras acompañados de la cruz y de la espada, no entendieron, por ejemplo, lo que significaba las wakas. Lugares donde los indígenas eran «enterrados» y a la que acudían en épocas de aflicciones. Lugares sagrados. Traía el conquistador y el extirpador de idolatrías una idea de cementerio que no calzaba con lo que veían. De allí que se dispuso la destrucción de las wakas. En otros palabras volvieron a matar a los muertos. Pasaron varios decenas de años, para la construcción de cementerios en el ancho y complejo mundo andino. El culto a los antepasados era muy común en la sociedad prehispánica. No existía el cielo y menos el infierno, y la cruz no se conocía.
Cementerios abandonados que hoy lucen flores de hojalatas nos advierten de nuestra vinculación con los muertos. El de Huantajaya los muertos son N.N, y pese a ello, tienen sus flores. Y así. En Pisagua, el viejo cementerio, casi abandonado, convive con la inmensa fosa, boca abierta, como pidiendo explicaciones que aun no llegan. Una fosa que bien puede ser vista como una inmensa waka.
Este año, un acto poético y desgarrador a la vez, la protagonizó la familia de Michael Nash, asesinado y hecho desaparecer. Su madre, pidió que sus restos fueran incinerados y lanzados al mar para de ese modo, de una u otra manera, estar con su hijo arrebatado por la (sin) razón golpista.
El acto poético y profundamente maternal convierte a Pisagua entero en un gran cementerio. La tumba negada e impedida, el acto de poner flores, de limpiar la lápida, de conversar en voz alta, es de alguna manera remediada.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 4 de noviembre de 2018, página 14.