Antofagasta mantiene un ritmo prodigioso en la producción musical. Son los jóvenes quienes portan ese estandarte sonoro y por lo general desafían las formas convencionales de elaborar y de poner en escena una canción. Invisible en mucho de los casos, estos grupos musicales, como Sindicato, por ejemplo, se las arreglan por penetrar los circuitos en que deambulan los que gustan de la buena y de la nueva música.

Los escuché y los vi, y me gustó su forma de pararse. Y más aún la forma de ejecutar sus instrumentos.  Me provocó su falta de ortodoxia y esas ganas de revolver el gallinero que tienen. Lo que más me interesó es la forma de escoger el reportorio y de llevarlo a cabo. Hay una estrategia, inconsciente o no, que tiende a construir puentes entre el pasado y el presente. Una forma, ya lo dije heterodoxa de escoger e interpretar canciones.

Dos temas me llamaron la atención. Una de Vícor Jara, que se aleja de todas sus buenas canciones convencionales, para llevarnos a  “Movil, oil special” que retrata las luchas callejeras de los estudiantes por la Reforma Universitaria y la revolución. Por cierto con ritmo más cercano a la salsa. Se nis muestra un Víctor Jara, menos solemne, pero no por ello, menos combativo. El otro tema, es para mi un acierto. “El millón de toneladas” del grupo Norte Seis de María Elena, que relata el compromiso por aumentar la producción en las pampas salitreras. Una canción en ritmo de cumbia que se suma, más allá de la Nueva Canción Chilena, al proyecto de Allende. Ambas canciones, interpretadas por Sindicato, jóvenes que ni siquiera habían nacido, pero que a través de este ejercicio musical, contribuyen al rescate de la memoria musical, divulgando piezas casi de museo.  Y en el último de los casos, de nuestra memoria regional, tan reducida, a veces, a quenas y a zampoñas.

El cruce entre lo viejo y lo nuevo, constituye una propuesta riesgosa, pero que Sindicato ha sabido resolver muy bien. En tiempos de fusión, de multiculturalidad de fronteras leves, esta propuesta, espero continue. No en vano el territorio en que habitamos, el Norte Grande, está hecho de fusiones, de trasvasije y sobre todo, de creatividad. Sin esos elementos no se puede entender la tierra en que habitamos.

 

Publicado en El Mercurio de Antofagasta, el 10 de junio de 2014,     página 24