Es una palabra que habita, por lo general, en la cocina de nuestros hogares. Su sonido evoca el hogar, la infancia y esa economía que no botaba lo que aparentemente no servía, sino que era utilizable en otros menesteres. Me refiero a la palabra tarro.
Todo o casi todo venía en tarro. De allí que el abrelatas era una pieza vital. Había tarros grandes, medianos y chicos. Los más apetecidos eran los duraznos que venían con una propaganda en la que figuraban dos caballos. Los de paté, de Milo, “ese que te hacía grande”, de salchichas y la lista puede ser interminable. Ni que hablar de los que traían manteca. El orgullo iquiqueño estaba dado por los pequeños, pero apetitosos tarros de atún.
Como si fuera poco la palabra tarro se trasladaba a la vida cotidiana. Rápidamente pasaba al grupo de amigos, a la calle, a las canchas de las muchas que existieron en esta ciudad. Recicladas las latas se convertían, gracias a la astucia y al talento, en juguetes. Las carreras en que los tarros reemplazaron a los zapatos y afirmados con pita, eran un clásico. Para trabajos manuales, se fabricaban pequeñas grúas inspiradas en las del puerto. Desde niños éramos artesanos en esos oficios olvidados.
El tarro se usaba en tanto palabra en el habla cotidiana del barrio y en los recreos en la escuela. Vaya a ser uno por qué al que hablaba mucho y fuerte le decían “tarriento”. A un amigo morrino y liceano, y este es otro misterio, le dicen “Tarro”. Averiguar el origen de esos apodos es sumergirse en los socavones del inconsciente colectivo del barrio. A otro le decían “tarrito de durazno”.
Era la nuestra una economía sustentada en los tarros. Una despensa o como quiera se le llamaba gozaba de buena salud por la cantidad de tarros que la habitaba. Pero en el barrio no fallaba aquel, que se mandaba solo, insolente ante los acuerdos del baile religioso o del club deportivo. Ese personaje solía, a contracorriente, “arrancarse con los tarros”.
Los tarros constituyeron útiles de primera línea en nuestros hogares. Había para todos. Grandes, medianos y chicos.
Publicado en La Estrella de Iquique el 10 de marzo de 2024.