La historia de la fiesta de La Tirana es un tema de nunca acabar. La memoria mariana y proletaria narra con precisión, pero no con fechas exactas las cientos de situaciones que han ocurrido en ese poblado. Uno de los elementos claves y problemático ha sido la relación de los bailes con la iglesia católica. Autonomía y evangelización ha sido el cara y sello de esta moneda.
Los bailes siempre fueron celosos de su autonomía, no sólo de la iglesia, sino que también de los partidos políticos. Organizaron la festividad por más de 50 años bajo su égida. La iglesia al tratarlo injustamente de paganos, le cerraba las puertas del templo. No lograba entender que había una religión popular robusta y organizada. Era una fiesta mayormente pampina y el mundo obrero nos dio lecciones de organización y de lucha.
Cuenta esta rica memoria marina, que en una ocasión, de las tantas, un cura les cerró las puertas de la iglesia. Un caporal reaccionó propinándole un combo y tirándolo al suelo. Manejo dos o tres nombres de ese peregrino. El del cura, un solo. Más allá de este acto deplorable, por cierto, los bailes demandaban ocupar ese lugar. La casa de la China, es de todo el mundo. Los arreglos de esta eran obras de peregrinos como Héctor Rodríguez, el Manicero, entre otros.
Los obispos iban a la fiesta por un día. Pero la China milagrosa, encontró un aliado en el obispo José del Carmen Valle que empezó a ver que había una lógica cristiana que se intersectan con las lógicas del peregrinaje. Los marianos lo recuerdan con cariño, al igual que al padre Ramiro Avalos, Juan van Kessel y Javier García, entre otros.
En la despedida de los Morenos de Victoria, notaba la familiaridad con la que se entra a la iglesia y como el canto, baile y la música le otorga al frío ritual católico europeo, un conjunto de emociones que no se pueden entender sin esa fe que se expresa en los cuerpos colectivos que la movilizan.
La china es una figura cercana y su hijo un Cristo provinciano. La chusca los envuelve, la camanchaca los baña.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 23 de julio de 2023.