Una misma palabra y a lo menos, tres significados. Quien la emite y quien la recepciona debe ubicarla en el contexto en la que se pronuncia. Para los nativos que habitamos el Norte Grande, acostumbrados a domeñar las palabras e integrarlas a los dinámicos diccionarios del habla que se nutre del chino, el inglés, el aymara o el quechua, por sólo nombrar a unos cuantos, esta tarea nos resulta casi familiar.
En el verano ir a la playa a capear tumbos. Concurrir al mercado, por la calle Latorre a comprar tumbos. Y lo más complejo, andar en la vida a tumbos. Capear, comprar y andar, son las tres formas más regulares de encontrarse con esa hermosa palabra.
Las dos primeras formas remiten a la infancia. El tumbo, la fruta partida justo en la mitad, con su aroma y color vivo e intenso. Luego de la cojinova frita (¿se acuerdan de este pescado generoso y popular?) acompañada con arroz, ese leve sabor amargo que te da un nuevo aliento. Luego al balneario, a esperar a esas olas inmensas que siempre vienen de a tres, te llama a zambullirte. Capear tumbos es la expresión con la que desafiamos a la mar. Queda claro que las olas, para nosotros son, tumbos.
Andar «tumbao» es una expresión del existencialismo popular que Sartre no conoció. ¡Menos mal! Los borrachos del barrio solían, por razones obvias, andar tumbaos. El cuerpo se le iba para el lado. Mal estibado estaban. Otros estaban tumbados por un mal amor. Un famoso diablo suelto, le decíamos «diablo tumbao». El taco de sus botas así lo denunciaban. Carlitos, se llamaba.
El tumbo al igual que el tamarugo nos representa. Me refiero tanto a la fruta como a las olas. Es el contacto siempre productivo entre las quebradas y la costa. El tumbo, la fruta, siempre ha permanecido en un lugar discreto en nuestra comensalidad, pero no por ello, invisible. Su sabor amargo nos recuerda que para vivir acá, se necesita una buena dosis de valentía. Los tumbos, la fruta y las olas, son los caras y sellos de nuestra rica y compleja identidad.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 1 de octubre de 2017, página 25