La semana pasada asistí a la presentación de la novela “Dinamita. Adiós a Chuquicamata” de Jorge Vallejos. En esa ocasión hilvané algunas ideas que comparto con ustedes.
Es posible afirmar que buena parte de la literatura del norte grande de Chile, testimonia la existencia de pueblos condenados a desaparecer. Por otro lado, una buena parte de los autores/escritores del norte grande, constituyen una especie de notarios que firman ante si mismo, y lectores, la existencia e inexistencia de pueblos como el que se relata en Dinamita.
En la construcción de la novela “Dinamita”, concurren la biografía del autor, recuerdos pasados por el cedazo de la nostalgia. El producto no puede escapar de la idealización.
Puedo equivocarme cuando afirme lo siguiente: Carnalavaca la novela de Andrés Garafulic es la primera novela escrita sobre Chuquicamata y Dinamita de Jorge Vallejos sea la segunda. El antofagastino Andrés Garafulic nació en 1904 y en 1933 escribió Carnalavaca, sinónimo literario de Chuquicamata.
Al cabo de 78 años entre Carnalavaca y Dinamita, la realidad del norte y de la literatura, ya no es la misma. Ya no existe una demanda nacionalista, el cobre ya no es chileno. Dinamita, es más intimista en el mejor sentido de la palabra.
Chuquicamata es como la Oficina Victoria. Un lugar donde se sepultaron toneladas de recuerdos y de sueños. El progreso -esa ideología- liquidó a la Carnalavaca de Garafulic. Vallejos, no tiene más remedio que el de extender su certificado de defunción. Dinamita es la novela, de las tantas que hay, que hablan de lo que ya no existe. El salitre y su crisis se ensañaron con los cientos de pueblos, que colorearon el desierto más seco del mundo. La nueva Calama, recibe ahora a los hombres y mujeres que la habitaran, pero no podrán desprenderse jamás de aquellos recuerdos que Vallejos relata pulcramente.
Este nuevo desafío que enfrenta Vallejos, ahora novelista, es igual o parecido al del Tambo Atacameño. Algo de morboso hay en la vida de este nuevo/viejo autor. Se ha terciado con la presencia de cierres históricos: el de la vieja casona de la calle Ossa y del pueblo gringo en pleno desierto.
Con Dinamita, el paisaje literario del norte grande encuentra una nueva mecha por donde explotar. Podemos decir Andrés Garafulic descansa en paz. El autor de esta novela, es amigo mio. Al él, le debo mucho, sobre todo el habernos dado en el Tambo Atacameño, gracias a las bagualas, zampoñas, vino y amistad cosecha antigua, un espacio para resistir.