Las antiguas veredas llaman a la nostalgia. Entre la casa y la calle, los nuestros la construyeron. Y sobre ellas, desarrollaron una intensa vida social. En Iquique las veredas de maderas se convirtieron en la forma más humilde de crear ese espacio intermedio entre la calle y la casa. Y además tenían otros usos. Servían para jugar y para guardar la llave y otros secretillos. La infancia tiene un olor a madera que aun pervive.

Eran maderas no siempre de pino oregon. Eran reutilizadas. Y su abolengo era más bien humilde. Pero de igual forma servía para cumplir la función. Por las tardes, en una silla vienesa, se salía a tomar el fresco y de paso enterarnos de las noticias del barrio. A veces un pedazo de riel cumplía la función de la silla. Había damas expertas en ese arte y alguna se ganó el apodo de “Cuéntame tu vida”. Ese rol lo cumplen ahora las redes sociales.

Pisar esas veredas producía un sonido que delataba a quien venía. Las tablas crujían y muchos atribuían, sobre todo por la noche, a una gestión de un alma en pena o bien la presencia de un entierro.

En Iquique huellas de esas veredas aun quedan en San Martín Viejo con Octavo Oriente, cerca de la casa donde vivieron los Barraza, compañeros de la Centenario. Las de Baquedano, no son más que un intento de darle aire local a una calle cuyas casas son ahora pubs, con algunas excepciones, como la de la familia Montes.

Sobre las veredas se jugó a la rayuela, a la payaya, las cabecitas, a las bolitas, a las calas, al cucurumeme, que juego “tenimos”, quechi, caballito de bronces y otros que la memoria no captura. Todos remiten a una infancia sin redes sociales.

No se sabe como ni cuando apareció el asfalto y todas sus derivaciones. La madera se sustituyó, por la frialdad del cemento. Las quejas sobre el estado de las veredas ha sido una constante en nuestra historia. Hay que reconocer eso sí, que las actuales de la calle Vivar están quedando bellas.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 17 de enero de 2021, página 11.