Pertenezo a esa generación que le tocó viajar en diveros medios de locomoción. A Santiago y gracias a mi padre, obrero del Ferrocarril, y junto a mi familia, nos embarcamos, no una, sino varias veces en el Longino atravesando el desierto. El año 72 varios liceanos, nos fuimos hasta Puerto Montt arriba del «pate fierro» como se le decía entonces. Rivera Letelier en su novela de los trenes, describe muy bien la sociabilidad que se generá en esos tres días y dos noche de lento peregrinar. La llegada de los buses y el fin del tren, supusó un mejor desplazamiento. La desaparición del ferrocarril, la destrucción de las líneas férreas constituye un asalto al patrimonio ferrovario que parece irreversible. El estado de la estación de la calle Sotomayor no soporta mayor análisis. Bueno sería que el nuevo Ministro de Cultura la vaya a visitar.
Buses como Fénix y Tarapacá, congregaron a los pasajeros que en veinte y tantas horas llegaban a la capital. El viajar se había hecho más reconfortante. Las maletas se guardaban ya no en el techo, por lo que los «gatos» debieron reconvertirse. Los primeros buses, ofrecían almuerzo en las posadas, e incluso los pasajeros fumaban. El ayudante del chofer, atendía e informaba sobre el viaje. Uno de ellos, al llegar cerca del restaurante, enciende el micrófono y con voz de FM comunica: «Posada de San Lorenzo, los pasajeros se pueden bajar para mover la tarasca». Los iquiqueños entiendieron que era la hora de almorzar. El resto nunca entendió que mover la tarascar era mover las mandíbulas. Nunca más se le vio a tan ameno ayudante.
Hoy, en tan solo 2 horas se está en Santiago. Las frecuencias áreas a la capital son más de ocho por día. No así a Antofagasta y menos a Arica. Siubirse al avión se ha democratizado. Me temo que la gente trasladó la práctica de viajar en bus, al avión. De otro modo no se explica tanto paquete, mochilas, bolsa y encargos, arriba de sus asientos. Las cajas de donnas, son ya un clásico. Creía que había viajado por todos los medios a la capital. Pero no era así. Mi madre, me corrige: «Te faltó haber viajado en barco». Y de Valparaiso, de nuevo en tren, a la capital.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 21 de junio de 2015, página 13