Aun es posible encontrar en algunas ventanas el aviso “Se dan viandas”. Tardamos mucho tiempo en descifrar el contenido de tan breve, pero elocuente mensaje. Pensábamos que se regalaban, pero no. Era un servicio que había que pagar por un almuerzo, de esos de casa, en otras palabras de calidad.
En los hogares habían viandas de aluminio que se montaba una tras otras. Existían de una hasta cinco, que se ordenaban en una especie de pescante. Abajo la comida fría y más arriba la caliente. Ir a dejar la vianda, era una obligación que implicaba recorrer varias calles y a veces cerros. Tal era el caso de los ferroviarios que negociaban con el fisco el famoso horario de corrido, que significaba salir más temprano y por cierto, almorzar en sus talleres, en la que convivía el olor a pantrucas con el de los fierros. Se pasaba por la fábrica cal y luego se bajaba por el barranco donde hoy está la Jorge Inostrosa, “ojo de mar” incluído. El regreso, duro, pero con la sensación del deber cumplido.
Vianda viene del latín vivanda y de ahí pasó al francés como viande. Cruzó los mares y la e final se transformó en a. Nuestro Chilenito fue el más conocido distribuidor de alimentos en esos tiestos. Caminaba rápido y jamás derramó una gota de cazuela o de caldillo. Respondía el saludo de los peatones que de una cuadra a otra le preguntaban maliciosamente, en cierta clave onanista: ¿Cuántas Chilenito?
Mercerías y ferreterías vendían viandas. Mangini, Las Dos Estrellas, El Tigre, El Serrucho, muchas de ellas atendidas por sus propios dueños.
La palabra vianda se asociaba además al estómago. Vomitar luego de una agitada noche en el Zaragoza era reemplazada por la expresión “se le dio vuelta la vianda”. Las palabras tenían más de un significado.
La vianda era hermosa tal como la palabra. Muchas de aluminio mostraban con los años ciertas carachas. Al parecer desapareció de la cocina. El plato único se lleva en envases de plumavit. A la escuela se va con lonchera, nosotros con suerte con las manos en los bolsillos.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 13 de diciembre de 2020, página 11.