Calle Serramo Iquique

 

Tu última carta tal vez sea la última. Me avisas casi con pasión que ya preparas tus cosas para el regreso a casa. Maravillosa aventura. Me imagino cómo estarás contando los días, las horas, y cómo las semanas del calendario se te escapan por los dedos. Habrá que ver qué llevar, opción que no tuviste cuando decidieron que ya no ibas a vivir en la Patria. Me imagino tu prisa por ver la mar. Tu caminar atento por esas calles que al tiro irán a reconocer el sonido de tus zapatos.

¿Será la nostalgia y la distancia compatible con el Iquique de hoy, que poco o nada tiene que ver, al menos en apariencia, con el Iquique que te dejó hace ya tantos años? ¿Coincidirán tus imágenes tejidas a golpes de tanta nieve, de cartas y de lágrimas, de lluvias y de recuerdos con este Iquique que algunos aseguran es tan posmoderno como el Madrid de Almodóvar y de otros?

Es mi deber advertirte que, por ejemplo, las canchas del Iquitados ya no existen, y que sobre su árido suelo se levanta la Zona Franca de Iquique. Sobre las canchas del SIPT hay un edificio de departamentos y un hotel. Que la vieja caleta de Cavancha cada día está más arrinconada, para darle paso al progreso dicen aquellos que no saben el significado de las palabras. Nada te diré de las viejas veredas de madera. Ya no hay. De los cines sólo nos queda el Tarapacá y el Municipal. Cuando prendas la radio, te hallarás con el dial casi lleno. Eso sí, en la onda AM te encontrarás, casi congelada en el tiempo, con la Lynch.. ¿Qué te puedo decir de las farmacias? Sólo sobreviven al paso del tiempo La Cóndor, La Bristol y la Victoria que ha sabido adecuarse a las exigencias del mercado.

Te diré que el Chumbeque sigue su existencia, casi ya como un producto de exportación. Un avivado por ahí trató de patentarlo, y otro alega que el nombre del dulce-mítico le corresponde: la privatización del placer. No faltaba más. Camino a Primeras Piedras, se está implementando un cementerio particular: la privatización de la muerte. Con ello se echa por la borda la creencia aquella que dice que en la muerte, todos somos iguales.

A tu regreso, buen amigo mío, tendrás alcaldes y concejales elegidos por sufragio universal. No sé si se elegirán a los mejores. El pueblo votará por las alternativas que les propongan. Las calles de la ciudad están llenas de afiches con fotos de gente que dice que su vocación es el bienestar de nosotros. Allá ellos.

¡Ah! Y no te sorprendas si en la noche del cerro Esmeralda corren luces tras de otras, formando un coro de palabras que anuncian de todo. Desde cómo combatir el cólera hasta el precio de la entrada para la “disco” de moda. Es nuestro común Billy Willy que al igual que los cronistas de antaño, que escribían en los cerros, se ha apropiado de la naturaleza para emitir mensajes. Es decir, el cerro Esmeralda dejó de ser, en la noche, aquel fantasma que nos hacía soñar.

Por ahora no olvides de echar en tu maleta los recuerdos más preciados de tu exilio. Porque seguro que acá, en esta tierra que nadie nos prometió, más de alguna lágrima irás a echar por la vieja Amsterdam.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 20 de octubre de 1992.