Los pobres de Chile ven en Iván Zamorano la suerte que ellos no tuvieron. El rostro de este chileno se repite en  miles de jóvenes que delinquen para subsistir. Iván Luis, se las arregló en base al trabajo y al coraje para triunfar en un medio  hostil como escasamente motivante. La cara de indio urbano, el pelo domesticado por el glamour de la televisión, su hablar estudiado en las horas libres de tanta concentración previa a cada partido, e innumerables viajes por el mundo, le dan un estilo cada vez más sofisticado, pero endeble. Me explico, detrás de ese traje armani está el joven exiliado de Maipú, que seguramente jugó a la pelota a pies descalzos.

Iván Zamorano Zamora ha sabido capitalizar su figura. Aparece en spots de Telefónica, la trasnacional española que  conquistó  las telecomunicaciones en nuestro país; se muestra rodeado de niños en tenida de combate contra la droga e inaugura la fundación que lleva su nombre para canalizar obras sociales. En suma un empresario que explota la imagen de un humilde sentado en la sillón de la fama.

Donde no ha sabido calzar con el establishment es en cuestión de amores. Soltero a sus 32 años, Iván Luis reproduce casi con exactitud el amor infinito a su madre. En eso es un latinoamericano a carta cabal. Debe escuchar boleros, tango y vals para alimentarse diariamente de amor materno. Sólo ella lo ha sabido entender. Y le sabe preparar la cazuela que en Madrid o en Milán nadie podría hacerle. Menos aún las modelos con las que da que hablar. Parafraseando a Serrat éstas “tienen mucho defectos  y demasiados huesos”.

Zamorano Zamora en lo futbolístico tiene el corazón que le falta  en el amor. Parece destinado a amar a la patria y a su madre. La mujer de carne y hueso  que lo merezca aún no aparece. Iván Luis le ha puesto candado a su corazón.

Más que futbolista, parece santo secular. Debe ser el Padre Hurtado del fútbol y de cierta vida social. Como tal tiene su libro. Pedro Carcuro, el exégeta del fútbol chileno le escribió uno a su medida. La intimidad permitida del capitán de la selección chilena trasunta en cada página. Es un libro que sigue la lógica de aquellas revistas que la Editorial Novaro de México editaba años atrás y que llevaban por título “Vidas Ejemplares”. La de Iván Luis es una de ellas, sin lugar a duda.

Iván  es el deportista ejemplar. Ha sabido sortear con éxito los escollos que Jorge Valdano le puso en el  Real Madrid. Con ingenio mantuvo el 9 que Ronaldo le quitó: dibujó el 8+1 sobre su espalda. Como si esto fuera poco  le disputa metro a metro la titularidad al brasileño y a Vieri.

Con Iván Luis Zamorano Zamora, la imagen de Chile tan literaria en Neruda, tan política en Allende, tan menoscabada con Pinochet, alcanza una nueva dimensión.  Aquí conecta con la del  iquiqueño Jorge Robledo que  en el año 1952   hizo alzarse de su silla a la mismísima reina Isabel cuando el Newcastle se coronó campeón de la Liga Inglesa. Cosas del fútbol.